Cuando hablamos de partes del cuerpo sexualmente sensibles (zonas erógenas), el pene, el coño y el culo suelen ser los ejemplos más obvios.
Puedes leer sobre esto más adelante en la página, pero primero: ¡no olvidemos que hay muchas otras partes del cuerpo que pueden sentirse increíbles cuando se trata de deseo y placer sexual!
La sensibilidad de una parte concreta del cuerpo depende en parte de la cantidad de corpúsculos táctiles que tenga: cuantos más corpúsculos táctiles tenga, más sensible será esa parte del cuerpo. Los corpúsculos táctiles son terminaciones nerviosas que registran diferentes tipos de impresiones sensoriales. Se encuentran principalmente en la piel. Es en la parte exterior del cuerpo donde encontramos las mayores regiones de puntos sensibles (al menos en términos de superficie). Las impresiones sensoriales se procesan en el cerebro y suelen ser aspectos importantes del deseo y la excitación. Las impresiones sensoriales de ciertas partes del cuerpo afectan al centro de placer del cerebro más que otras, como las señales del pene y el coño.
Además del contacto físico, a menudo también se necesita estimulación mental y emocional para excitar a una persona o hacer que se sienta bien de esa manera especial. Dependiendo de lo que te excite y de la situación en la que te encuentres, puedes reaccionar de manera muy diferente al tacto de un momento a otro. Un ejemplo interesante son nuestros dedos, cuyas yemas están llenas de corpúsculos y nervios táctiles. Estos pueden percibirse como agradablemente sensibles, pero aun así no nos ponen cachondos cuando usamos las manos todo el día. ¿Te imaginas si así fuera?
Recuerda que las partes del cuerpo que te dan un placer increíble pueden no tener ningún efecto en otra persona. Las reacciones dependen de cómo está construido nuestro cuerpo y de lo que nos apasiona. Por ejemplo, los pezones son una zona extremadamente sensible en muchas personas. Esto no siempre es algo bueno. Algunas personas prefieren que no los molesten, mientras que otras difícilmente pueden imaginar algo más agradable que un juego sexy con los pezones.
¿Cómo encontrarías esas zonas más sensibles en ti y en los demás? Hazlo de forma sensual: toca y acaricia distintas partes del cuerpo y observa qué te provoca escalofríos y fuegos artificiales. Si te diviertes con otra persona, comparte con el otro lo que realmente te gusta: con palabras, con el lenguaje corporal o con el sonido de la respiración, los gemidos, etc. Prueba a variar la intensidad, la dureza y la ternura. Un toque suave con los dedos o una lengua suave, un masaje, un ligero rasguño con las uñas, mordisqueos con los dientes, el pelo o la barba rozando a la otra persona, palmadas con la polla o las manos, suaves golpes en una zona recién lamida… También hay todo tipo de accesorios (¿accesorios sexuales?) que puedes utilizar en tu cofre del tesoro del placer: plumas, lubricantes, aceites, hielo, cera derretida, látigos y mucho más.
Algunas zonas que pueden ser increíblemente sensibles:
- El cuero cabelludo: prueba a acariciarlo, masajearlo o rascarlo. A muchas personas también les gusta que alguien juegue con su cabello, lo jale suavemente o lo sujete sensualmente.
- Las orejas: succiona o mordisquea suavemente los lóbulos de las orejas, tal vez una lengua húmeda que se abre paso hasta el oído. Tener a alguien respirando muy cerca también puede estimular tu audición de maneras a las que quizás no estés acostumbrado.
- Los labios: un beso suave, un beso con la lengua, una protrusión fuerte de la lengua o algo completamente diferente. Intenta jugar con la lengua y succiona o mordisquea suavemente los labios de la otra persona.
- El cuello y la garganta: sensibles al tacto y convenientemente cerca si quieres pasar de los besos con lengua y los besos a la acción. Puedes masajear, chupar o morder la longitud del cuello para provocarle a la otra persona escalofríos exquisitos en todo el cuerpo.
- Las manos y los dedos: partes de nuestro cuerpo que pueden resultar placenteras no solo cuando nos tocamos a nosotros mismos o a otra persona, sino también cuando te miman con un maravilloso masaje de manos o cuando alguien te chupa los dedos con avidez.
- Los senos y los pezones: una zona sensible para muchas personas que puede dar placer ya sea con un toque suave, una succión o mordisqueo fuerte o un trato brusco, o por supuesto cualquier cosa intermedia.
- Los costados de la parte superior del cuerpo, a lo largo de las axilas y la parte interna de los brazos: para muchas personas, esta zona es deliciosamente sensible y provoca cosquillas. Prueba acariciarlas con los dedos, la lengua o incluso una pluma.
- La parte interna de los muslos, la ingle: hay un montón de corpúsculos y nervios táctiles aquí, algunos de los cuales están conectados con las áreas dentro y alrededor del pene/coño y el culo.
- Los pies: prueba con cosquillas suaves, lamidas y succiones, o un masaje de pies o pedicura deliciosamente sensual. ¿Prefieres los pies recién lavados o los sudorosos del vestuario?
INTRODUCCIÓN
El cerebro es quizás el órgano más sexual de todos. Es el centro de control de todo lo que pensamos y sentimos. Aunque los seres humanos nos parezcamos mucho por fuera, nuestros cuerpos son todos diferentes, al igual que nuestras percepciones de lo que es placentero. Independientemente de cómo luzca nuestro cuerpo y de cómo funcione, tenemos derecho a sentirnos valiosos y a decidir qué es lo mejor para nuestro propio cuerpo.
Conocer tu propio cuerpo es una buena base para usarlo para el placer, ya sea solo o con otras personas. Aquí puedes leer sobre el cuerpo humano y un poco sobre cómo funciona en lo que respecta al sexo y el placer. ¡Siente tu camino y asegúrate de divertirte mucho en el camino!
EL SEXO Y EL CEREBRO
El cerebro es un centro de mando sexual increíblemente poderoso.
Es nuestro órgano más importante en lo que se refiere al sexo y al placer. El cerebro controla nuestras emociones y percepciones, así como las reacciones físicas asociadas con la excitación y la atracción.
La excitación sexual activa el centro de placer de nuestro cerebro, que es lo que llamamos el sistema de recompensa del cerebro. Por ejemplo, cuando aumentan los niveles de dopamina y endorfinas en el cerebro, nuestro cuerpo obtiene una sensación de felicidad y bienestar. El cerebro también activa todo tipo de reacciones en todo el cuerpo, como, por ejemplo, cuando aumenta nuestro flujo sanguíneo nos volvemos más sensibles al tacto y a otras impresiones sensoriales. El tacto, la vista, el olfato, el gusto y el oído se procesan en el cerebro. Todos estos son aspectos importantes del deseo y de las hormonas sexuales.
La excitación sexual puede iniciarse por el mero poder del pensamiento, por ejemplo, cuando fantaseamos con algo que nos excita. De hecho, a veces puede resultar difícil mantener bajo control la excitación, aunque pueda aparecer en un momento o lugar inadecuados (como en la ducha del gimnasio). Otras veces deseamos excitarnos sexualmente, pero nuestro cerebro parece estar desconectado de la excitación.
Si tienes problemas sexuales, como disminución de la libido, disfunción eréctil o sequedad vaginal, el cerebro puede ser el culpable. Lo mismo puede suceder si tienes problemas de autoestima o en tu vida personal. Ambos afectan a tu vida sexual. Cómo te sientes en general, tanto mental como físicamente, también afecta a tu capacidad para sentir deseo y excitación. Sin embargo, no querer tener sexo no es necesariamente una señal de que no te sientes bien. El deseo sexual puede variar con el tiempo y está relacionado con todo tipo de factores que lo afectan. Algunas personas nunca quieren tener sexo y se consideran asexuales.
El cerebro cambia y se desarrolla a lo largo de la mayor parte de nuestra vida, a medida que vivimos, experimentamos y aprendemos cosas. Esto también suele aplicarse a nuestros pensamientos y sentimientos en lo que respecta al amor, el sexo y el placer.